La detección precoz del autismo es un asunto prioritario porque amplía las posibilidades de que los tratamientos logren resultados más relevantes a largo plazo. Sin embargo, a pesar del empeño de muchos investigadores, seguimos detectando solo a una parte de los menores que luego desarrollarán TEA y, con posibilidades reales de no errar en la identificación, solo a partir de los 18-24 meses de edad.
En la presentación se expone el planteamiento que sustenta nuestro trabajo, basado en un análisis del neurodesarrollo muy temprano y dirigido a la búsqueda de nuevos signos de alteración neuroevolutiva a partir de que el bebé cumple 12 meses.