La prevalencia del autismo en España es de 1 caso cada 100 nacimientos. Aunque las primeras señales de alerta aparecen alrededor de los 12 meses, los diagnósticos se realizan tardíamente, hacia los 4 o 5 años.
La investigación actual muestra que las intervenciones comenzadas antes de los 3 años tienen un impacto positivo mucho mayor que las comenzadas después de los 5 años. La detección y la intervención tempranas mejoran la evolución de los niños y multiplican las oportunidades futuras de aprendizaje y participación en la comunidad.
Por ello se hace necesario identificar los primeros indicadores de riesgo de autismo en el desarrollo para diseñar las herramientas de apoyo adecuadas a cada niño y su familia.